El destino del siglo XXI se juega en la lucha entre democracias y ‘democraturas y tendrá como escenario el mayor océano
Después de que lo fuera el Atlántico en el siglo XX, el Pacífico se ha convertido hoy en el nuevo centro del mundo, el capitalismo universal y los grandes riesgos geopolíticos. Asia alberga a la mitad de la población mundial y genera el 60% de la producción. Pero, al mismo tiempo, se han disparado las tensiones por la soberanía del mar del Sur de China y el programa de proliferación balística y nuclear de Corea del Norte.Por primera vez, la cumbre de los 21 países de la APEC celebrada en Port Moresby (Nueva Guinea) ha terminado sin una declaración común, prueba de hasta qué punto se ha agudizado la rivalidad entre Estados Unidos y China, como se vio en el choque frontal entre Xi Jinping y Mike Pence. El primero reafirmó el poder chino, criticó el proteccionismo y advirtió contra el recurso “a la confrontación”. El segundo, en la línea de su discurso del 4 de octubre en el que calificó a China de gran amenaza estratégica, insistió en que “EE UU no modificará su comportamiento mientras China no cambie su actitud” y criticó la diplomacia de talonario de las nuevas rutas de la seda.
Ha comenzado una nueva guerra fría entre EE UU y China por el Pacífico, como el control de Europa enfrentó a Occidente y el imperio soviético tras la Segunda Guerra Mundial. Tiene repercusiones en todos los ámbitos. En el comercio: Washington ha fijado aranceles sobre 250.000 millones de dólares de exportaciones chinas, y Pekín ha reaccionado impulsando el proyecto de zona de libre comercio en Asia. En la tecnología, con el empeño de Washington de impedir el plan Made in China 2025 y la competencia en el espacio, la informática y la inteligencia artificial. En el terreno militar, por el control del mar del Sur de China y la protección de la independencia de Taiwán. Y en el ámbito estratégico, con una China que exporta su modelo de autoritarismo político y capitalismo de Estado desde Pakistán hasta Sri Lanka, pasando por Camboya, Laos, Birmania y Tailandia.
China ha tomado la delantera porque tiene una estrategia coherente, basada en el monopolio aún más estricto del Partido Comunista, la creación de un sistema de control digital de la población, la construcción de una gran muralla marítima, el dominio de puntos estratégicos y el cambio de bando de aliados tradicionales de EE UU. Filipinas, con Rodrigo Duterte, es un buen ejemplo: acaba de dar un recibimiento triunfal a Xi Jinping en una visita de Estado que se ha traducido en 24.000 millones de dólares de financiación china, en particular para la exportación común del petróleo y el gas del mar del Sur de China. Sin embargo, la economía china no está tan desarrollada como para sostener esa expansión imperial, y no es imposible que Xi Jinping repita el error del káiser Guillermo II y se lance prematuramente a un enfrentamiento.
Por parte de EE UU, la toma de conciencia sobre la amenaza china topa con una estrategia errática. La retirada del Pacto Transpacífico ha desestabilizado el instrumento para aislar a China en Asia. Las medidas proteccionistas, la proximidad con Vladímir Putin y la apertura improvisada hacia Corea del Norte han debilitado las relaciones de EE UU con sus principales aliados en la región, Japón y Corea del Sur.La aparición de un mundo multipolar queda patente en el hecho de que es la propia Asia la que está organizando la resistencia frente a la expansión imperial china. Pero el cambio fundamental es la constitución de un eje asiático frente a China, con la formación de un frente democrático por parte de India y Japón y su acercamiento a Australia, Nueva Zelanda, Indonesia y Malasia.
Este bloque democrático nace acompañado de una reinversión masiva en defensa que pretende plantar cara al gasto militar de China, de más de 200.000 millones de dólares. Es una auténtica carrera de armamento que puede hacer que el presupuesto de defensa de Asia-Pacífico sobrepase al de EE UU. Al mismo tiempo, se han desplegado programas de ayuda para estabilizar los países menos avanzados y contrarrestar la estrategia de control de la deuda emprendida por Pekín.
De todo esto se extraen cinco conclusiones. 1. El destino del siglo XXI, que se juega en la lucha entre democracias y democraturas, se decidirá en el Pacífico. 2. Está comenzando una nueva guerra fría que divide Asia-Pacífico en dos bloques. 3. Pekín tiene una posición contradictoria: es el primer motor de crecimiento y, al mismo tiempo, la principal amenaza que empuja a los demás países a agruparse. 4. La alianza de las democracias en torno a una estrategia mundial de diplomacia, defensa y desarrollo económico es lo único capaz de contener el deseo de dominación de China. 5. Es una gran paradoja que EE UU desmantele sus alianzas estratégicas y Europa se divida justo cuando Asia trata de lograr una integración económica y estratégica para resistir frente a la amenaza china.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
© Lena (Leading European Newspaper Alliance)