Europa sufre la presión del populismo, impulsado por las secuelas de la recesión, la desintegración de las clases medias, el miedo a la globalización y la revolución digital, las olas migratorias y las nuevas amenazas contra la seguridad.
Sesenta años después del Tratado de Roma, Europa se encuentra en una encrucijada. La mejoría económica permite hablar de refundación, pero el plazo será limitado, entre la formación del nuevo Gobierno alemán, que puede no producirse hasta el mes de abril, y las elecciones europeas de mayo de 2019. Paradójicamente, el Brexit y la elección de Donald Trump han reforzado el proyecto europeo. Europa vive una recuperación gradual, pero sólida. La eurozona está estable y creciendo, con una tasa del 2,3%, más que Estados Unidos (2,1%) y Reino Unido (1,7%), un índice de paro que ha bajado del 12,2% al 8,7%, un gran superávit comercial y un déficit y una deuda públicos del 1,1% y del 87% del PIB, respectivamente. Es una recuperación equilibrada y que beneficia a la Europa del sur. Y el sector financiero, sostenido por el BCE, recobra cierta vitalidad y se reestructura, sobre todo en Italia y España.
En el plano político, Europa sufre la presión del populismo, impulsado por las secuelas de la recesión, la desintegración de las clases medias, el miedo a la globalización y la revolución digital, las olas migratorias y las nuevas amenazas contra la seguridad. Pero Europa resiste. La penetración de los demagogos en Alemania, Austria y la República Checa se compensa con su derrota en Francia y Holanda. Y la Unión no solo no se descompone, sino que está ofreciendo respuesta unida y coherente tanto al Brexit como al secesionismo catalán.
Pese a todo, el dilema entre renovación e implosión sigue vigente. Los pilares sobre los que se fundó la UE —resistencia frente a la URSS, garantías de seguridad de EE UU, reconciliación francoalemana, el derecho y el mercado como formas de superar la política— están obsoletos. Los riesgos económicos siguen siendo altos: la competencia de los países emergentes, la dependencia tecnológica respecto a los gigantes informáticos, las burbujas especulativas y la escasa flexibilidad de la eurozona. El peligro populista no ha desaparecido, como muestran la fuerza del Movimiento Cinco Estrellas ante las elecciones italianas de marzo y la convergencia de los países del grupo de Visegrado en torno al modelo de democracia iliberal de Viktor Orbán en Hungría. Además, la derrota del ISIS ha intensificado la amenaza terrorista en Europa y no hay que olvidar la presión de las democraturas rusa y turca.
Para Europa, por tanto, lo más urgente no es negociar nuevos tratados ni imaginar construcciones tan esotéricas como poco operativas, sino dar respuestas concretas a cuatro prioridades :
- El perímetro y la identidad de la UE. Ello implica conducir la segunda fase de las negociaciones del Brexit con determinación y coherencia. Defender los valores europeos y, por tanto, abandonar las negociaciones para la adhesión de Turquía. Reafirmar los principios del Estado de derecho frente a movimientos separatistas que podrían partir el continente en un centenar de regiones.
- La eurozona debe reforzarse para afrontar las próximas crisis. Queda mucho por hacer: instaurar un Parlamento y un ministro de finanzas de la eurozona, crear un Fondo Monetario Europeo, elaborar un procedimiento de impago de los Estados, culminar la unión bancaria, completar la convergencia fiscal y social. No la unión de transferencias que proponen Francia y Alemania.
- La crisis migratoria, que divide profundamente a los países e impulsa a los populistas, especialmente en Italia, que ha acogido a más de 620.000 personas en cuatro años. La armonización del derecho de inmigración y asilo debe ir unida al control de las fronteras mediante la transformación de Frontex en policía de fronteras.
- La seguridad, más urgente ante el aumento de las amenazas estratégicas y la desaparición de las garantías que ofrecía Estados Unidos. Es necesaria una Unión Europea de la seguridad e incrementar el gasto militar hasta alcanzar un mínimo del 2% del PIB.
Hay poco tiempo y muchas limitaciones. El Reino Unido está enfrascado en el Brexit, que empieza a arrastrarlo a un nuevo declive. Italia trata de bloquear a Beppe Grillo y sus fieles. España se moviliza para proteger su unidad. Europa central y oriental se obsesiona con la defensa de su identidad frente a los inmigrantes. Por tanto, todo va a depender del dúo francoalemán, con un nuevo equilibrio tras las elecciones de 2017: Alemania es más inestable por la debilidad de Merkel, mientras que Francia ha renacido y Macron tiene margen político para encabezar la refundación de Europa. Pero solo podrá actuar si no está solo.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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